La vida en la selva

El Pueblo Libre de los Lobos


En las colinas de Seeonee, en las selvas de la India, había una manada de lobos que todos llamaban el Pueblo Libre. ¿Sabéis por qué? Porque tenía una ley que respetaba y cumplía, lo que hacía a sus miembros libres y diferentes a los demás animales de la selva.

Akela, un solitario y gran lobo gris, era el jefe. Tenía mucha experiencia, por eso los guiaba cuando había que cazar y los llevaba por caminos seguros, protegiéndolos de los peligros.

La manada respetaba a Akela y Akela respetaba la ley.

No lejos de allí, en las ruinas de una ciudad abandonada y que los animales de la selva llamaban con cierto desprecio las “Moradas Frías”, vivía el pueblo de los monos Bandar-log.

Molestar a los demás habitantes de la selva era su pasatiempo preferido. Subidos en las copas de los árboles gritaban, chillaban y saltaban el día entero.

- ¡Vaya forma de pasarse la vida! -comentaban los animales.

- Muy propia de un pueblo sin ley -agregaban los lobos.

Al atardecer de un caluroso día de verano estaban descansando papá lobo, Raksha -mamá loba- y sus cuatro lobatos y lobatas, cuando llegó hasta su cubil un niño que se había perdido y que andaba huyendo de Shere Khan, el tigre cojo, que se lo quería comer.

- ¡Mira qué cosa tan extraña!- dijo mamá loba.

- ¡Pero si es un cachorro de hombre! -exclamó papá lobo.

- ¿Eso es un cachorro humano? -preguntó ella, que nunca antes había visto uno.

- Tráelo para que podamos verlo de cerca - agregó.

En cuanto estuvo dentro del cubil, el niño se acercó gateando hasta donde estaban los cachorros, se acurrucó entre ellos buscando calor y, como estaba muy cansado, se quedó dormido.

- ¡Pobrecito! -dijo papá lobo- no tiene nada de pelo y es tan frágil que bastaría que yo lo tocara con la pata para matarlo.

- Lo acogeremos como si fuera uno de nuestros hijos y lo llamaremos Mowgli, que en el idioma de la selva quiere decir “la rana” -susurró mamá loba.

- Tendremos que presentarlo en el Consejo de la Roca, junto con los demás cachorros -dijo papá lobo luego de unos minutos de silencio.
Un tiempo después, bajo una hermosa luna llena, se reunió la Manada en la Roca del Consejo. Hasta allí llegó Shere Khan en busca de la presa que, según él, le habían robado. Akela, aunque molesto por el tono soberbio con que el tigre pedía ser escuchado, le dio la palabra porque la ley de la selva señalaba que no se podía negar a nadie ese derecho.

-El cachorro de hombre que mamá loba ha presentado me pertenece; exijo que me sea devuelto- dijo Shere Khan.

-Shere Khan tiene razón- dijeron al unísono algunos de los lobos que allí estaban reunidos, y agregaron -“la rana” sólo nos traerá problemas.

Un silencio tan grande se produjo en la roca del consejo, que fue posible sentirlo hasta en las Moradas Frías. Los sapos dejaron de croar, los búhos de cantar y los monos de murmurar.

-Shere Khan ha hablado- dijo Akela, y agregó -ahora, según lo que dicta la ley que nuestro pueblo respeta, tienen derecho a hablar en defensa del cachorro humano dos miembros del pueblo libre que no sean sus padres.

-Yo hablaré en favor del cachorro humano- gruñó levantado en sus dos patas Baloo, el oso pardo -y en su defensa digo que ningún mal puede hacernos. Dejadlo correr en nuestras praderas y, al igual que lo he hecho con cada uno de vosotros, yo mismo le enseñaré la ley.

-¿Quién hablará ahora?- dijo Akela -ya lo ha hecho Baloo y él es nuestro maestro de cachorros. De nuevo reinó el silencio.

-¡Akela y vosotros, Pueblo Libre!- se escuchó la voz de Bagheera, la pantera negra, quien se había deslizado respetuosamente hacia el círculo que los lobos formaban. -Matar a un cachorro es una vergüenza- dijo, mientras cruzaba su mirada astuta y despierta con los siniestros ojos de Shere Khan. -Por otra parte, puede seros de gran utilidad en la caza cuando sea mayor. A lo que Baloo ha dicho y de acuerdo a la ley, si aceptáis al cachorro humano en la Manada, yo quiero agregar la oferta de un toro que acabo de cazar a poca distancia de aquí. ¿Estáis de acuerdo?

La oferta de Bagheera fue muy difícil de rechazar para los hambrientos lobos, quienes se acercaron a olfatear a Mowgli en señal de aceptación.


Y así fue como Mowgli fue recibido por el Pueblo Libre. Muchas aventuras le sucedieron desde entonces hasta el momento en que volvió, ya hecho un joven, al pueblo de los hombres.

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